Eurovisión olvida su propósito y blanquea un genocidio
- Pablo Antón Granado
- 13 may 2024
- 3 Min. de lectura
La ciudad sueca de Malmö fue sede del festival la pasada semana, un evento cargado de polémica por la criticada participación israelí que continua su ofensiva en Gaza
En esta sociedad de recompensa instantánea y dopamina, los problemas reales a veces son difíciles de contextualizar. Cuando escuchamos hablar de un genocidio, las caras se tornan grises, incrédulas ante tal esperpento inhumano. El primer mundo donde se asienta Europa, nos hace ser rehenes de una ideocracia alejada de aquello que se encuentra más allá; como si nos encontráramos recluidos en aquella caverna de Platón. Por ello, escuchar hablar del exterminio de un pueblo como el palestino, suena más bien a mito, a historia imposible. Pero no lo es.
Esta última semana, se ha celebrado en la ciudad Sueca de Malmö el festival de la canción de Eurovisión, que cada año recoge las propuestas musicales de los países europeos bajo el lema "Unidos por la música". Desde hacía meses, algunos sectores pedían la descalificación de Israel con motivo del genocidio que perpetra activamente hacia el pueblo palestino. Sin embargo, su candidatura llegó el pasado sábado a la final del certamen envuelta en controversia.

Si bien en los últimos meses el mundo occidental se comienza a concienciar sobre la delicada situación que se vive en la franja de Gaza, la movilización de a pie, como suele ser habitual, se queda en las palabras. Europa no acaba de dar un paso al frente, cuya competencia es casi intrínseca del panorama político. Este, sin embargo, parece adormilado, dando vueltas en una posición de neutralidad pasmosa, sin ser consciente de que los días pasan.
El festival de Eurovisión jugaba aquí un papel vital, siendo una de las grandes caras visible de la ciudadanía europea, un espacio cultural inmenso que debería englobar ese "Unidos por la música" en su mayor exponente. Y, por el contrario, la situación durante el festival fue muy diferente. En pantalla se observó un lavado de cara de manual hacia Israel y una constante censura hacia quien tratara de abogar por la paz en escena. La ciudad de Malmö fue testigo de un gran juego de ilusionismo; una retransmisión propagandística mientras las bombas seguían cayendo en Gaza.

La dudosa descalificación del artista holandés Joost tras múltiples instigaciones por parte de la delegación Israelí, seguidas de la negativa a varios artistas de llevar consigo símbolos en favor de la paz, comenzaron a tildar el festival de un sabor amargo. Incluso los periodistas allí desplazados, aseguraban sentir una sensación de malestar y crispación muy elevados durante los días previos a la final. Todo esto, unido a las altas medidas de seguridad necesarias, como consecuencia de la presencia de Israel en el concurso, han hecho de Eurovisión 2024 un ambiente un tanto alejado de la hermandad que dice promover.
Si el festival quiere recuperar la cara de unión pacífica y fraternidad que tanto lo ha caracterizado durante su trayectoria, debería tomar una posición clara respecto a la participación de naciones envueltas en conflictos bélicos. Exigir a los países competidores una situación de Paz debería ser el mínimo requisito para ser partícipe de un certamen como este, donde se dice mostrar los "valores europeos" basados en el respeto y el compañerismo. Sin este movimiento, un festival apolítico se ve más próximo a una utopía que a cualquier otra cosa.

Y es que dicen que la historia se repite y que rara vez conseguimos aprender de ella; que por muchas advertencias, por muchos 'Guernikas' o palomas al vuelo que consigamos plasmar en la conciencia popular, siempre se acabarán repitiendo episodios para el olvido. Quiero pensar que no es cierto, que el mundo en que vivimos, igual que nos ata en ocasiones a una cabezonería moderna, también es la vía idónea para reivindicar la paz. Que, por suerte o por desgracia, hoy en día un genocidio se transmite en prime time, y el mundo debe dejar claro que es algo inaceptable. Sin declarar guerras más amplias o esparcir odio, simplemente abogando por la paz efectiva. Eurovisión debería ser ese reflejo, ese símbolo de paz que realmente nos mantenga unidos por la música.
Creo que si Picasso hubiera estado en Malmö la pasada semana quizá hubiera dado sus doce puntos a la cantante portuguesa, que culminó su actuación con un "Peace will prevail" ['la paz prevalecerá']. O quizá se hubiera sentado frente a uno de los canales suecos, con el sol cayendo tras las casas bajas de la ciudad y el barullo eurovisivo en la lejanía, para verse reflejado entre las nubes. Al fin y al cabo, él ya nos lo advirtió una vez.

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