Fiebre educativa en Corea del Sur: del milagro económico al récord de suicidios
- Carlos Núñez
- 3 dic 2024
- 5 Min. de lectura
Mientras en España el debate sobre cómo afecta el sistema educativo a la salud mental de los jóvenes es ciertamente tímido, la preocupante situación en Corea del Sur ha hecho de ello una cuestión de estado
Probablemente a esta misma hora, al otro lado del mundo, jóvenes memorizan innumerables fórmulas, vocabulario y ejercicios en sus hagweo -famosas academias privadas de Corea del Sur- mientras sus padres esperan en la puerta que el sacrificio económico que realizan le den a sus hijos las aspiraciones con las que ellos solo pudieron soñar.

Corea del Sur, al igual que muchos de los países desarrollados del mundo, se enfrenta a uno de los desafíos más determinantes para su futuro: una baja tasa de natalidad. La situación es especialmente preocupante en el país asiático, que tiene el triste récord de ostentar la tasa de natalidad más baja del mundo, con una media de 0,7 hijos por mujer en 2023. Esto ha llevado al gobierno a decretar la emergencia nacional demográfica. Y no es para menos: los datos dicen que si la tendencia continúa, la población surcoreana se reducirá casi a la mitad para finales de siglo.
No obstante, la causa detrás de esto es muy diversa, o al menos está abierta a debate. Figuras como el recientemente elegido primer ministro Han Duck-soo culpan de ello al feminismo: cree que detrás del movimiento hay una lucha entre sexos que está lastrando las «relaciones sanas entre hombres y mujeres», animando a estas a optar por no tener hijos. Otros hablan del proceso de urbanización que ha vivido Corea que, al igual que a otros muchos países del mundo, les ha llevado a tener tendencias de reducción de la natalidad…Sin embargo, si hay un factor determinante en la juventud a la hora de tomar la decisión de tener o no descendencia por encima de todos es el foco en la carrera profesional, manifestado principalmente a través de la fortísima presión social a la que son sometidos los surcoreanos prácticamente desde que entran a la escuela, con un sistema determinista en el que el esfuerzo que emplean en el estudio marcará su futuro éxito académico y éste, irremediablemente, condicionará su futuro en conjunto.
El resultado de esto son unos espectaculares datos educativos –el porcentaje de estudiantes que continúan la educación tras la secundaria es de los más altos del mundo y los alumnos surcoreanos destacan como los mejores del mundo en resolución de problemas, segundos en lectura, terceros en matemáticas y cuartos en ciencias (OCDE Ranking)– conviviendo con unas preocupantes cifras de salud mental (el 50% de los jóvenes surcoreanos reconoce haber tenido pensamientos suicidas y el 90% de ellos reconoce a los estudios como la principal causa de ellos).

Para entender esta situación es imprescindible retroceder unos años en el tiempo, concretamente a 1948, año en el que Corea del Sur se constituyó como país independiente. En este tiempo, Corea tenía un sistema educativo heredado del periodo colonial japonés y ligeramente modificado por los estadounidenses durante su ocupación. La reestructuración de la educación posterior a la colonización japonesa facilitó y coincidió en tiempo con un espectacular aumento de la población escolarizada. Un país en el que sólo 1 de cada 20 coreanos poseía educación secundaria, pasó a ser uno de los países más letrados del mundo.
Esta “fiebre educativa” facilitó, además, que Corea del Sur alcanzase su periodo de máximo crecimiento económico. Hablamos de que gracias a las medidas implementadas en el país –entre las que está el comentado foco sobre el desarrollo educativo y alfabetización de la población— Corea del Sur experimentó lo que se ha denominado como «Milagro del río Han».
La pregunta que podemos hacernos es: una vez que el país consolidó su crecimiento económico –llegando a ser hogar de importantísimas empresas mundiales como LG, Samsung o Hyundai– ¿disminuyó la presión de la sociedad sobre los jóvenes y su desarrollo educativo? La respuesta es que no, la presión no sólo no se ha eliminado sino que se ha consolidado, llegando a conformarse como fenómeno a través de lo que conocemos ya de forma oficial como «fiebre educativa»: los jóvenes surcoreanos dedican más tiempo a estudiar que ninguno --jornadas de 15h/día de media--, sus padres se endeudan por la educación como ninguno --con valores superiores a los estadounidenses-- y todo ello conlleva alguno de los peores datos en salud mental –ya comentados–.
La presión no disminuyó, principalmente, porque el desarrollo económico y social reforzó las estructuras que generaban esta excesiva obsesión.
Aunque el mercado educativo se abrió a más estratos sociales, el mercado laboral siguió siendo extremadamente jerarquizado: una escasez de puestos prestigiosos reforzó el papel de las universidades de élite –conocidas como SKY (Seúl, Korea y Yonsei)– en las que creció la obsesión por ingresar al considerarlas como el único camino al éxito social, siendo el Suneung –examen de acceso a las universidades– el centro del sistema educativo.
Además, el hecho de que las familias tuvieran mayores ingresos no disminuyó la obsesión por brindar a sus hijos mejores educaciones sino que la reforzó. Las familias comenzaron a invertir masivamente en educación y, a día de hoy, las academias privadas se cuentan como una de las industrias más importantes en Corea del Sur, generando ingresos millonarios. La percepción de las familias es la de vivir en un país donde el ascensor social es frágil, por lo que existe un fuerte miedo a perder el estatus social que tienen si no invierten en la educación de sus hijos.
Todo esto ha generado, por un lado, un sistema con fuertes desigualdades sociales: si las academias privadas y universidades privadas son el verdadero camino al éxito profesional y social, aquellas familias sin capacidad de endeudamiento se ven relegadas desde su nacimiento a los estratos sociales más bajos, sin posibilidad alguna de ascender socialmente. Sólo aquellas familias que accedan a endeudarse de forma importante podrán mantener su estatus o, en muy limitados casos, ascender; y por otro la ya comentada fuerte presión social sobre los jóvenes ha generado un disparado número de suicidios (primera causa de muerte en los jóvenes de entre 9 y 24 años), crecimiento significativo de casos de ansiedad, depresión o violencia escolar y familiar, y el desarrollo del famoso fenómeno ESW o hikikomori (aislamiento social extendido) muy popular en Japón pero todo un fenómeno en el país surcoreano, sufrido principalmente por aquellos jóvenes que no han podido acceder a la universidad que querían y optan por aislarse de manera permanente en su cuarto para evitar que el estigma social recaiga sobre él o su familia.

La evolución tecnológica no ha disminuido este fenómeno sino que lo ha transmutado: las academias ahora facturan más gracias a las herramientas online de educación que les permiten llegar a más hogares y reducir costes. Es común que los jóvenes acudan a ellas tras las jornadas de escuela o en cambio vean las clases en streaming desde sus casas. Además, la educación no es suficiente: Corea del Sur es también el país con más intervenciones estéticas del mundo, llegando a estar la edad media para la primera en los 20 años. No es suficiente con tener una buena educación, también necesitas verte socialmente bello.
A día de hoy las respuestas a este fenómeno se han mostrado ineficaces: desde el gobierno se ha tratado de limitar al máximo la actividad de las hagwon, legislando sobre su horario de apertura (durante inicios del siglo XX proliferaron muchas academias nocturnas e incluso 24H) o sobre su actividad, pero en la actualidad es común ver a policías patrullando para controlar sus horarios de cierre, pues las violaciones a la normativa son comunes. En el ámbito social se han empezado a desarrollar por parte de algunas ONG hogares para jóvenes que escapan de sus casas ante la imposibilidad de responder a la presión social que sus padres ejercen sobre ellos, pero no se ha llegado a articular una red de hogares importante a nivel estatal. También se han comenzado a desarrollar escuelas públicas alternativas como la de Taebong, con sistemas alternativos de educación no basados en la presión estudiantil y, aunque sus alumnos no entran a las mejores universidades, consiguen acceder a los grados que realmente quieren estudiar.
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