Historias para no dormir
- Atenea
- 29 oct 2022
- 3 Min. de lectura
Para celebrar Halloween, la dinámica semanal de Atenea os presenta unos relatos de lo más terroríficos.
Una semana más os traemos el artículo de Atenea, la asociación de literatura y escritura de la universidad. En esta ocasión, y dada la época del año, os traemos relatos inspirados por los cuentos de terror y las historias de miedo.
La propuesta en sí consistía en describir un relato o poema en primera persona, el cual debía narrar una experiencia más allá de las explicaciones racionales e incluir elementos propios del género del terror. Para ayudar a la creación del texto, se sugirió que les atenienses usaran experiencias personales o de algune conocide. Esto ayudaría a dar verosimilitud de las historias, otro de los puntos claves del género. Los resultados, como veréis a continuación, nos dejaron con la piel de gallina y sobrepasan las expectativas con creces.
El primer texto se titula No estaba sola, y viene de la mano de Alba Martínez. Este poema narra los eventos tras la muerte de un ser querido.
Sabía que no estaba sola.
Desde aquel día que dijimos adiós a la abuela,
preciosa con sus ojos azules y su pelo caoba.
Desde que pasamos por ese hospital remoto,
donde llevan a las almas a despedirse,
donde mi abuela dio su último suspiro,
mientras su compañera de habitación me miraba intensamente.
Cuando fue mi turno de despedirme, se me acercó y tomó mi mano en la suya,
fría como el hielo,
asegurándome que siempre estaría conmigo.
Sabía que no estaba sola
Cuando me despertaba en la noche,
traspuesta con la sensación de unos ojos oscuros puestos en mí
pero no había nadie al dar la luz.
Sabía que no estaba sola
Cuando sentía una brisa en la nuca, pero las hojas de los árboles no se movían
Cuando se empañaba la ventana en pleno verano
Cuando las puertas se cerraban sin corriente.
Sabía que no estaba sola
Cuando escuchaba ruidos en el ático donde la abuela solía dormir
Cuando me encontraba cabellos blancos por las escaleras.
Sabía que no estaba sola
Pero sabía que no era mi abuela,
siempre cálida y familiar
La presencia era fría y cortante como el hielo
No me dejaba dormir, respirar, ni vivir.
Sabía que no estaba sola
Cuando en el entierro de mi abuela vi el cabello blanco de su compañera de hospital,
a lo lejos entre los árboles tiesos
Susurrando pregunté a mi madre si era ella.
Sabía que no estaba sola
Cuando preocupada respondió que la habitación había estado
Vacía.

El segundo texto de hoy viene de la mano de Mario. Está inspirado en un evento de su niñez, en un altercado nocturno.
Encontrome entre el silencio
cálido y verde ambiente,
al susurro de los vientos
hallome en anticipar
tres ojos que al día se fueron;
tres fuere mi despertar.
Al danzar de la cabeza
propio del mal penumbrar
se sumaron unas manos
en umbrío inacabar.
Creyome poco en natura,
creyome en amanecer,
desde aquella entrada oscura
entendí en poco el creer.
-¿Será acaso aquello que habita en las alturas?
¡No! Sabes bien, no puede ser.
Mientras sufren, no maúllan
seres del anochecer;
ya fuera de las tiranas
uno bastó perecer.
Mientras más se dibujaba
su leyenda cual papel,
más crecía mi mirada,
indispuesta a acometer.
Sintiendo que se acercaban
sus acciones a un final;
aún incrédulo me hallaba
quise creerme en pernoctar.
No valdría ética alguna,
aunque a iguales despertar;
sintiome el alma en altura,
de antes de caer, gritar.
Advertidos de la luna
fue la madre hacia la sierpe,
donde encontrola en mis ojos
refleja, en aquella alma
a quien no mira la suerte.

Esperamos que os hayan encantado y espeluznado nuestros textos. Si os interesa conocer más de la asociación , podéis seguirnos en redes sociales. Si vuestro interés se centra más en la escritura, estáis invitades a nuestras reuniones semanales, donde creamos los textos que leéis. La próxima es el jueves 3 de noviembre a las 18:00. Esperamos que tengáis un buen puente, ¡y nos leemos la semana que viene!
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