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Un avión a ninguna parte

La vicepresidenta en funciones, Yolanda Díaz, anuncia la intención del Gobierno de prohibir algunos vuelos

En uno de los salones del Museo Reina Sofía, entre la expectación de media España y el recelo de la otra media, Yolanda Díaz -líder de Sumar- y Pedro Sánchez -Presidente del Gobierno en funciones- firmaban este martes el acuerdo al que han llegado sus formaciones para revalidar la coalición de gobierno por otros cuatro años, a la espera de la posición que acabe tomando el independentismo catalán ante la investidura.


Yolanda Díaz y Pedro Sánchez presentan su acuerdo de gobierno. Fuente: El Independiente

Yolanda Díaz fue la afortunada en romper el silencio que reinaba en la sala más allá del tradicional cuchicheo típico de estos actos, comenzando con un discurso bien preparado al que muy probablemente alguien le echó bastantes horas. La vicepresidenta defendía premisas que ya se han escuchado estos meses y se ganaba incluso la mirada cómplice de ministros socialistas, con los ojos de aprobación propios de quien sabe que pese a que la persona que tiene enfrente no es de su misma formación política, le está representando con cada una de las palabras que pronuncia.


Pero el hasta entonces maravilloso discurso -acompañado incluso de referencias al salón que ocupaban y obras como la famosa escultura "El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella"- comenzó a torcerse cuando la ministra de Trabajo anunció por error que el acuerdo incluía prohibir los vuelos de menos de dos horas y media de duración cuando tuvieran alternativa por tren. No era eso lo que recogía el acuerdo, pero los medios y redes sociales se hicieron enseguida eco de lo que acababa de escuchar todo el mundo.


Rápidamente desde el equipo de Sumar se corregía lo dicho por Yolanda Díaz, explicando los matices que contenía la medida, muy lejos de lo que se había dicho -en teoría, por error- y en línea con lo que ya practican otros países de nuestro entorno: las dos horas y media serían la duración máxima de los trayectos en tren para que se elimine su alternativa en avión. En cualquier caso -con matices y sin ellos- el debate sobre la medida está bastante abierto.


El prisma con el que han mirado aquellos que han redactado esta medida parte de un acierto y un error: el acierto, conocer que los aviones son uno de los medios de transporte más contaminantes que existen y, en un contexto de lucha contra el cambio climático, lo lógico es intentar que su uso se reduzca; el error, creer que la gente opta por los aviones por su mera existencia.



Aeropuerto Adolfo Suárez-Barajas. Fuente: OkDiario

Sorprende que nadie en el gobierno se haya planteado el porqué estos vuelos se ofrecen desde compañías privadas o porqué pese a tener precios ridículos les siguen saliendo rentables a esas mismas compañías. Nadie coge un vuelo por amor a la aeronáutica o por el "encanto" de pasar por arcos de seguridad. Algo tiene que ver que, en muchos casos, un AVE supere los cien euros mientras un vuelo con esos mismos destinos apenas alcance los treinta. Quizás la gente elige el avión por algo más.


No es sorprendente que un gobierno del PSOE y Sumar tome medidas contra el cambio climático. Lo sorprendente es que esta iniciativa parta del mismo gobierno que -con acierto- supo ver que para favorecer el transporte público no hay mejor medida que hacerlo económicamente accesible a todo el mundo. Lo sorprendente es que decidan cargar sobre los hombros de las clases trabajadoras -que son los que se ven abocados a los billetes de veinte euros en compañías que cada año reducen aún más la distancia entre asientos o cobran el equipaje de mano sin poder hacerlo- el precio de la lucha contra el cambio climático. Puestos a tener ideas, podríamos continuar ese camino prohibiendo la ropa que no sea de marca por la contaminación de la industria textil.


Pero puestos a tomar un camino más acertado, ¿por qué no probamos conectando mediante transportes por tierra todos los territorios que ahora mismo se encuentran aislados?, ¿qué pasaría si aumentásemos las frecuencias de los trenes y tomásemos medidas que lograsen rebajar el precio?, ¿seguiría la gente optando por pasar dos horas de su vida en un aeropuerto si con un AVE al mismo precio también podría volver a su casa?


La respuesta a esta retahíla de preguntas es tan evidente como el motivo por el que los jóvenes han usado este verano los autobuses de nuevo pese a ir a destinos a los que bien podrían haber ido en avión. De nuevo lo sorprendente es que los mismos que implementaron esta medida, ahora saquen conclusiones contradictorias. Una medida que va a perjudicar a tu principal nicho de votantes no es solo -en el plano político- un tiro en el pie, sino también un avión a ninguna parte.



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