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La prostitución en España

Actualizado: 25 oct 2022

La falta de consenso y, por tanto, de legislación de un asunto que afecta a tantas mujeres en nuestro país

Según la ONU, España es el tercer país en el ranking de demanda de prostitución a nivel mundial y el primero a nivel europeo. El 39% de los varones adultos ha admitido pagar alguna vez por mantener una relación sexual, según el estudio realizado en 2010. La cifra es escalofriante, el 39 %, pero no es de extrañar que resulte impactante debido a la indiferencia que le produce, aparentemente, a la sociedad española tratar este tipo de cuestiones. Indiferencia, ausencia total de interés. Estado que desestructura la manera de comprender el mundo y las relaciones sociales, haciendo que las problemáticas existentes sean ignoradas.


En los más de cuarenta años de democracia española, han sido pocas las ocasiones en las que se ha querido tratar de manera contundente o, más bien, directa este asunto. En 2015, Albert Rivera, abogado y ex político español del partido Ciudadanos, propuso regular la prostitución con la intención de recaudar con ello 6.000 millones de euros.


La iniciativa fue rechazada en seguida por el PSOE, PP e IU. A pesar de que algunos países, como es el caso de Holanda, apuesten por legalizar esta práctica, esta medida no sirve para proteger a las mujeres. La Coalición Internacional contra el Tráfico de Mujeres (CATW) realizó estudios entrevistando a 200 víctimas de explotación sexual. Los resultados reflejaron que, tanto si se encontraban en establecimientos en los que se podía ejercer la prostitución de manera legal como si no, se sentían desprotegidas, siendo los clientes los únicos beneficiarios.


Por otra parte, en la polémica Ley de garantía integral de libertad sexual, conocida como ley del “solo sí es sí”, hubo un debate interno entre si aprobar o no la enmienda realizada por el PSOE, en la que se hablaba de la condena y persecución del proxeneta, así como de quien destinase un inmueble con fines de favorecer la explotación de prostitución o, incluso, la prisión de 1 a 3 años de cárcel y multa a quien, con ánimo de lucro, promoviera o favoreciera la prostitución de una persona con o sin su consentimiento.


Sin embargo, el PSOE tuvo que retirar su enmienda, que hubiera llevado a España por el camino del abolicionismo, para que se pudiera aprobar la ley sin problemas ya que, por ejemplo, en Unidas Podemos había variedad de opiniones con respecto al tema, paralizando así la aprobación de la ley. Finalmente, salió adelante con el voto en contra del PP y de VOX sin ilegalizar la prostitución, mostrando una vez más una falta de actuación y resolución de la misma.


La prostitución, por realizar una definición del término, consiste en mantener relaciones sexuales a cambio de dinero. Entonces, ¿es el cuerpo de la mujer un producto? ¿Acaso se puede comprar el consentimiento? Según la RAE, vender es traspasar a alguien por el precio convenido la propiedad de lo que se posee. Y, yo me pregunto, ¿no es eso al fin y al cabo lo que ocurre en la prostitución? Las mujeres y niñas venden su consentimiento ofreciendo su cuerpo (funcionando este como producto) a un precio determinado permitiendo que el comprador obtenga la propiedad de este en un tiempo determinado. Vender tu cuerpo. Comprar tu consentimiento.

Fotografía de Bartosz Kosowski. Fuente: Przekroj

Cabe mencionar que la mayor parte de las mujeres que ejercen la prostitución en España son extranjeras que han sido traídas al país de manera ilegal. Y, además, tienden a cumplir un patrón. Mujeres jóvenes en situaciones de precariedad y con hijos, cuyos países están en guerra o poseen regímenes poco democráticos. Personas con familia y aspiraciones a las que la sociedad tiende a estigmatizar y culpar. Pero, ¿no deberíamos cambiar el foco? ¿No son ellos, los hombres que se encuentran en una situación de ventaja con respecto a ellas, a los que deberíamos prestar atención?


Ellos no tienen un perfil determinado, son solteros y casados, tienen hijos y pueden no tenerlos, son jóvenes pero también de avanzada edad, ni siquiera tienen una capacidad económica similar. Pero sí comparten algo esencial: su visión de las mujeres. Las cosifican y piensan que están ahí para satisfacer sus deseos, que es su labor. Se convencen a sí mismos de que las mujeres en el fondo sí quieren o, peor aún, ignoran que no lo quieran.


La reflexión y el debate deberían ser las vías por las que se consiga por fin crear una sociedad más justa y equitativa, en la que el heteropatriarcado no ralentice el ritmo de los cambios sociales. Las mujeres no pueden seguir sufriendo discriminación y el Estado debe funcionar como un actor que la frene. No estamos hablando de que si no hay prostitutas no hay clientes, estamos refiriéndonos a que si no hay clientes no hay prostitutas. La educación también es vital para cambiar la mentalidad. Por eso, hoy invito a salir a la calle y gritar. Invito a manifestarse, a exigir el cambio que tanto deseamos ver; porque está visto que si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo hará?












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