¿Qué se celebra, señor Feijóo?
- Miguel Fernández-Baillo Santos
- 29 jul 2023
- 5 Min. de lectura
Si el pueblo no se equivoca, entonces lo ha hecho el PP

Rara es la vez que en política alguien pierde por aquello de que, aunque se pierda, siempre se gana. La pasada noche electoral, tras unos resultados inesperados para muchos, desde el balcón de Génova 13 se vivió una especie de fiesta dionisiaca para celebrar no sé exactamente el qué, un circo patético en el que no faltaron enérgicos saltos, cánticos gregorianos de victoria apoteósica y variopintas sonrisas impostadas para tratar de maquillar la verdad de lo ocurrido; y es que al PP le faltaban escaños para gobernar. Feijóo, como era de esperar, salió con los brazos en alto tras proclamarse vencedor en las urnas y agradeció al todopoderoso pueblo por haberle brindado una supuesta victoria electoral –que ya nos tendrán que explicar– para, inmediatamente después, empezar con la petición que copará el que será el discurso de los populares a partir de ahora: dejen gobernar a la lista más votada.
Nada más lejos de la realidad, la noche del veintitrés de julio fue un fracaso estrepitoso y sin paliativos para los populares, aunque Feijóo y compañía saliesen al balcón a demostrar que deben ser los únicos que todavía no se han enterado de nada. La realidad es que los números no dan, por mucho que algunos insensatos se empeñen en meter al PNV y a Vox en la misma ecuación. Feijóo podrá decir misa, pero las elecciones han sido una derrota incontestable que llega tras semanas de celebración anticipada y pecaminosa, es lo que tiene vender la piel del oso antes de cazarlo. Podremos decir que Sánchez no ha superado en escaños al PP, sí, de acuerdo; pero eso no vale de nada si los votos no son suficientes para formar un gobierno. Hay una diferencia sustancial que conviene conocer y es que, a priori, el PSOE alcanza los diputados necesarios para sacar adelante la investidura y el PP no, el asunto no da para más. Es verdad que Sánchez necesita de nuevo el apoyo de todos los grupos nacionalistas, incluido el de Puigdemont, pero poco menos que se da por hecho, al fin y al cabo, ya lo hemos normalizado ¿Qué se celebra, entonces?

Es entendible que el golpe haya sido duro –y tanto– para la formación azul, tan duro que varias figuras importantes dentro de sus filas han comenzado ya a echar la culpa del descalabro a Vox. Los mismos "intelectuales" que organizaron y diseñaron la campaña desde Génova, marcando las líneas y pautas a seguir, ahora arrojan algo de luz a la situación actual y nos revelan que la responsabilidad del desastre es de Abascal. ¡Qué haríamos sin tan providencial análisis! Vox no ha obtenido un buen resultado, eso es evidente. Ha perdido votos y diputados, lo que nos permite concluir que no tiene motivos para celebrar nada. Llegados a este punto, alguien dentro del PP puede llegar a pensar que si Vox hubiese obtenido los 52 diputados de las pasadas elecciones los números entonces darían y podría constituirse un nuevo gobierno. Lo que pasa es que se olvidaría entonces de que Vox ha cumplido con las expectativas arrojadas, incluso superando algunos pronósticos que sostenían que la formación verde no pasaría de los 25 escaños. Vox ha empeorados sus resultados, sí. Pero ha obtenido lo que se dijo que obtendría –o incluso más– y se ha mantenido como tercera fuerza política. ¿Saben quién no ha cumplido con lo que se esperaba? Efectivamente, el PP. De los 150-155 diputados pronosticados, los populares han obtenido 136 escaños. De haber alcanzado el número de 141 diputados, Feijóo sería hoy presidente del gobierno con los apoyos de Vox, UPN y CC.
La realidad es que Alberto Núñez Feijóo y su cuadrilla han perdido una oportunidad de oro para formar gobierno, pues posiblemente estas hayan sido las elecciones generales más fáciles de ganar en nuestra historia democrática. Tal ha sido la cantidad de tropelías cometidas por el gobierno de coalición, incontables los escándalos internos y la impopularidad de ciertas medidas – como la Ley del “solo sí es sí” – que la cantidad de flancos por los que Feijóo podía atacar a su rival, magullado y desgastado, eran infinitos. El Partido Popular tenía en su mano desbancar a Sánchez de La Moncloa y han sido incapaces de superar los 140 escaños que se lo hubiesen permitido. Conviene recordar que desde Génova se llegó a hablar de 160 diputados ¿Por qué? Lo que parece evidente es que el discurso no ha calado o, al menos, no lo suficiente. Pero, ¿qué raro, no? Si trajeron a Sémper para liderar la “reconstrucción” del partido y redireccionar el espacio político que se debía ocupar; rescataron a González Pons de Bélgica para "europeizar" la sala de máquinas y que ejerciese como maestro de ceremonias en el culto al centrismo divinizado; y lanzaron a Cuca a la portavocía del Congreso mientras era anunciada como futura vicepresidenta, una lideresa en la sombra. ¿Qué es lo que no ha funcionado?

Tras acudir a votar, Feijóo dijo que lo que decidiesen los españoles estaría bien porque ya saben ustedes que la democracia-pueblo omnipresente es, a su vez, omnipotente, todo lo puede, todo lo vale y todo lo acierta. Es una entidad corpórea independiente y autosuficiente que toma sus propias decisiones, eso sí, siempre democráticas. ¿Sigue pensando el señor Feijóo que el pueblo no se ha equivocado tras conocer los resultados? Con independencia de lo que el pueblo haya hecho y que permitiría escribir un artículo entero al respecto, si con todos los desmanes del actual gobierno el PP no ha sido capaz de alcanzar la presidencia igual es que los que se han equivocado han sido ellos, incapaces de explicar qué era el “sanchismo” y en qué consistía, mientras prometían derogarlo a todas horas para ofrecer al propio “sanchismo” un pacto en directo frente a millones de españoles. No ha funcionado la equidistancia ni las frases vacías que todo lo abarcan, tampoco la extrema moderación transversal ni los posicionamientos inanes que invitaban a ver a Sémper regulando el derecho a la felicidad junto con Yolanda Diaz o a Cuca Gamarra como Ministra de Igualdad y Asuntos Ecológicos. Imagínenla, mientras prohíbe por ley que las temperaturas superen los cuarenta grados. La llamada "política para adultos" resultó ser ver al señor Sémper hacer el payaso desde una playa artificial improvisada al son de la melodía de Verano Azul, lo que no saben desde Génova es que Chanquete estaba mucho más cuerdo que cualquiera de ellos. Ni que hablar tiene esa contribución airosa y enérgica que desde el PP se ha hecho para fomentar la imagen de su único socio posible, Vox, como un peligro público al que se debía cercar.
Curiosamente, mientras tanto, Feijóo ha estado intentando complacer desde su llegada de manera desesperada y, en cierta medida, enternecedora, al Partido Nacionalista Vasco a base de alcaldías en determinados municipios, tratando de realizar un acercamiento armonioso y de sutil tacto gallego, pues los populares confiaban en un escenario en el que tan solo dependiesen de las concesiones pertinentes al PNV para sacar adelante la investidura. Ahora, cosas de la vida, los nacionalistas vascos “mandan a paseo” al PP cuando Feijóo llama para pedir limosna y se desmarcan por completo. Es entonces, cuando solo queda un posible socio: Vox. El mismo partido al que has estado demonizando por activa y por pasiva, despreciando y ofendiendo, contribuyendo aún con más ímpetu que el PSOE o Sumar a la creación de un apartheid para que el miedo rodease todo lo relativo a la formación de Abascal, ese mismo partido es el único con el que puedes pactar. Todavía Sémper dice que la gente no ha votado al PP porque las cosas que ha dicho Vox en campaña han despertado un miedo entre el electorado que se ha decantado por el voto a la izquierda. Alguien podría explicarle que si no les han votado es, quizás, porque han hecho todo lo que ha estado en su mano para que, precisamente, no les vote nadie. Suficientes escaños han obtenido. El Partido Popular debe ahora replantearse si algo de lo que ha hecho hasta ahora tiene sentido, empezando por la campaña del “voto útil” que ha terminado por restar diputados a una posible coalición PP-Vox.
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