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Del vinilo al streaming: el resurgir del objeto musical

El paso del crujido del vinilo al clic digital: una transformación no sólo tecnológica, sino profundamente cultural

Durante muchas décadas, escuchar música se trataba de algo físico: comprar el vinilo, sacarlo de la funda, colocar la aguja y oír el crujido antes de que la música llenará la sala. Hoy, en cambio, con tan sólo un click, se pueden reproducir miles de canciones. Entre estos dos actos ha habido una revolución musical, ha cambiado no sólo la forma de escuchar música sino también la manera de compartirla y vivirla.

En el siglo XX, el vinilo era el rey de la industria de la música. Iba más allá de ser un simple disco, se usaba como símbolo de identidad, de representación. Se coleccionaba, se intercambiaban y se mostraba como un añadido de la personalidad.

Cada disco se trataba de algo único, casi artesanal, con portadas cuidadas, lectura de los créditos, la escucha del álbum por completo y no sólo de una canción viral. Era un acto de pertenencia a una comunidad, a la música en sí.

También el vinilo colaboró para el moldeamiento de la sociedad y su economía, los artistas dependían de tiendas físicas, de las discografías, que se encargaban de la producción y distribución, de que los oyentes se desplazarán para encontrar la música.

A partir de los años 70 apareció el casete y en los 80 los CD. Durante la época del walkman la música dejó de ser algo sólo doméstico, compartido y se volvió una experiencia más íntima.  Podías escuchar música sin quedarte en un solo lugar, realizar tus tareas, caminar, viajar… mientras escuchabas una banda sonora personal de fondo.

Fotografía por Mick Haupt (Unsplash) 
Fotografía por Mick Haupt (Unsplash) 

Por su parte el CD parecía la perfección , sin ruido, sin crujidos… Era una era de consumo rápido y reemplazo constante lo que acabó desgastando la experiencia emocional de la musical, la música se escuchaba más limpia pero se volvió más desechable.

Por primera vez en los 90 con la llegada de Internet la música se volvió infinita y accesible, los oyentes se volvieron ahora distribuidores. Trajo caos pero a la vez libertad. Los artistas podían llegar a todo el mundo, rompiendo las barreras geográficas y los géneros se diversificaron. Sin embargo, esto supuso consecuencias, la desvalorización del trabajo musical.

Tras la llegada de plataformas de streaming como Apple Music o Spotify en la década de 2010, la música llevaba un flujo constante, ya no se poseía la música sino que ahora se accede a ella. El algoritmo y el modo aleatorio de playlists ya hechas sustituyen al dependiente de la tienda de discos.

No obstante, parece que el vinilo ha vuelto,  y no sólo como objeto de colección sino cómo un gesto cultural. El vinilo representa materialidad y paciencia en un mundo lleno de inmediatez. Por primera vez en más de tres décadas, la venta de vinilos ha superado a la de CDs. Y sorprendentemente los principales compradores son los jóvenes, que buscan algo que el streaming no puede ofrecer, algo que se pueda admirar, sostener, una experiencia.

Fotografía por Dima Junglist (Unsplash)
Fotografía por Dima Junglist (Unsplash)

Tal vez la clave sea esa, recuperar una dimensión perdida en el mundo de la música. Lo que une a las personas son momentos compartidos, la música en vivo, una sesión de escucha de vinilos, una canción escuchada con las personas que quieres. La música es un lenguaje emocional y es crucial no permitir que la digitalidad acabe con la conexión que provoca.

Al final, el paso del vinilo al streaming no es tan solo una evolución tecnológica sino una metáfora de la humanidad, de cómo hemos pasado de sentir, tocar y poseer la música a deslizar, escuchar y olvidar. Y por eso, quizá en medio de ese trayecto, seguimos buscando lo mismo, lo de siempre, una canción que nos haga sentir vivos.

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