¿Es posible un renacimiento católico en España?
- Carlos de Francisco Cañón

- hace 3 días
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El catolicismo ha irrumpido en el debate cultural y político español por sorpresa, en un país que parecía alejarse de la fe de sus padres y abuelos irremediablemente.

A mediados de este año que ya termina, diversas encuestas reflejaron un criterio unánime: el porcentaje de españoles que se identifica con la religión católica desciende rápidamente, pasando de un 98% en 1968 a un 55% en 2025 (de acuerdo con el CIS del pasado abril). La edad media de los feligreses que acude cada domingo a las parroquias sigue subiendo, las vocaciones religiosas están en mínimos y la secularización de la vida social es innegable. Y, sin embargo, acontecimientos como el estreno de una película sobre una joven que quiere ser monja, Los domingos de Alauda Ruiz de Azúa, o el lanzamiento de Lux, el espiritual álbum de Rosalía, han sacudido los esquemas de quienes veían condenado a la irrelevancia a todo lo relacionado con el catolicismo. ¿Cuál es la situación real de esta religión en nuestro país?
El “efecto Francisco” (2013-2025)
El pasado 21 de abril falleció el papa Francisco. Sus ocho años como Romano Pontífice han supuesto un revulsivo para la Iglesia, desde un punto de vista tanto interno como externo. Algunos católicos opinan que Francisco ha sido un papa para los de fuera; desde el principio dejó claro que su intención era dialogar con un mundo que cada vez sentía menos apego por una institución considerada caduca. En España, eran los años de los indignados, un momento de auge de nuevos movimientos sociales críticos con todo lo establecido, lo que incluía a una Iglesia salpicada de escándalos, percibida como incapaz de conectar con los problemas del momento.
Pues bien, a la vista está que Francisco era la persona indicada para dar la vuelta a esta situación. Convertido en un ídolo de masas, ha mejorado sustancialmente la imagen pública de la Iglesia. Muchos se sienten hoy atraídos por el mensaje de inclusión y acogida que la Iglesia profesa como nunca antes, asumiendo el papel de organización involucrada fundamentalmente en cuestiones sociales.
Así, no es de extrañar, por ejemplo, la gran sensibilidad mostrada hacia la cuestión migratoria por buena parte de la jerarquía eclesiástica, dado el elevado número de fieles procedentes de otros continentes que llenan los huecos dejados por los españoles de origen en los bancos de las iglesias. Los hijos de estos antiguos fieles, por su parte, comienzan a acercarse de nuevo a la fe con los llamados “retiros de impacto”, la integración en grupos juveniles como “Hakuna” o la participación en reuniones multitudinarias de fieles. Esta religiosidad juvenil se caracteriza por un clima festivo, de exaltación de lo positivo que tiene el mensaje cristiano en cuanto al amor incondicional o el perdón, buscando infundir esperanza a una juventud con un futuro incierto.

Catolicismo, tradición e identidad
Sin embargo, esta vía aperturista y dialogante de la Iglesia ha generado una reacción interna, escéptica hacia la heterodoxia de la estrategia adoptada y que vuelve su mirada hacia la tradición. Este resurgir del tradicionalismo, no obstante, se manifiesta en dos ramas que, en ocasiones, pueden estar incluso enfrentadas: una rama que podríamos llamar “intelectual” y otra más “política”.
La primera se nutre, fundamentalmente, de intelectuales caracterizados por un conocimiento profundo de la historia del cristianismo y de la teología, cuyo pensamiento se basa en la reivindicación de la tradición católica frente a las ideologías contemporáneas. Contrariamente a la segunda tendencia que veremos, pueden hablar indistintamente en contra del socialismo, del liberalismo o de cualquier forma de nacionalismo: impugnan o cuestionan la modernidad en su conjunto. Asimismo, suelen mostrarse críticos con la apertura de la Iglesia al mundo, pues creen que el catolicismo no debe adaptarse a modas pasajeras si no quiere correr el riesgo de perder la pureza de su mensaje. Destacan escritores como Juan Manuel de Prada o Julio Llorente, además de otros estudiosos cercanos a medios como El Debate (perteneciente a la Asociación Católica de Propagandistas). Si bien cuentan con numerosos lectores y seguidores en redes sociales, la influencia de sus ideas en la sociedad es, cuanto menos, limitada.
La otra corriente es la que podríamos llamar netamente política. En un momento de auge del identitarismo en toda Europa, diferentes movimientos de derecha ensalzan lo católico como elemento definitorio de la esencia de España. Esta identificación entre España y catolicismo se transforma en una estrategia para oponerse a todo lo “woke”, al globalismo o a cualquier otra influencia considerada contraria a los valores nacionales. De este modo, no dudan en recuperar la narrativa de la Reconquista para oponerse a la inmigración desde países de mayoría musulmana, que pondría en peligro la pervivencia de nuestro país como comunidad cultural diferenciada.
Sin embargo, la apelación al cristianismo rara vez va más allá de lo estético y simbólico: no es extraño escuchar durísimas críticas a los obispos españoles o al mismo papa por su transigencia con los “enemigos” de esta idea nacionalista y católica de España. Baste mencionar la polémica en torno a la resignificación del Valle de Cuelgamuros, que llenó las redes sociales y las protestas de gritos de traidores contra la Conferencia Episcopal Española. Se trata de una reivindicación eminentemente política, que antepone el programa ideológico a cualquier consideración doctrinal o moral. Un instrumento, en definitiva, al servicio de la idea nacionalista y excluyente de España que profesan.

Conclusión: ¿está de vuelta el catolicismo?
Pese a las divisiones y discrepancias que hemos señalado, conviene no olvidar que no podemos hablar de bandos claramente definidos y continuamente enfrentados. Se trata de una única religión que se manifiesta de manera diversa, con contradicciones y diferentes interpretaciones que dan lugar al debate y al conflicto interno.
A pesar de la aparente popularidad de estos movimientos, resulta temerario afirmar que estamos ante un verdadero renacer de la fe en nuestro país. Como hemos visto, este renovado interés por la religión no deja de ser una vía para lograr otros fines, bien sea una falta de sentido vital, unas ideas políticas o la necesidad de integración. Los números y la realidad de la Iglesia son claros: la secularización ha venido para quedarse, y la moral predominante en la sociedad difiere radicalmente de la católica en muchos aspectos. Ni Los domingos ni Lux han causado revuelo por pretender una vuelta a un mundo definido por la fe cristiana, sino por presentar una nueva forma de dar encaje a esta religión en la sociedad; no como algo caduco o propio del pasado, sino como una realidad vigente que debe ser tenida en cuenta para entender nuestro mundo.




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