Robe: música que se vive
- Laura Taboada Guindel

- hace 4 días
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Robe Iniesta nunca fue un personaje… fue una persona. Alguien que, como cualquiera de nosotros, ha tenido que lidiar con sus propios demonios y que encontró en la música una forma de sobrevivirlos.
Hablar de Robe Iniesta es como intentar capturar en palabras a alguien que… digamos que siempre ha pertenecido al viento. Su figura, ahora y siempre, mítica en el rock español, se ha ido definiendo durante décadas a base de una honestidad brutal, una poesía desgarradora y una rebeldía que no necesitó de poses para ser real. Robe nunca ha sido únicamente un cantante ni un guitarrista, ha sido, ante todo, un poeta. Alguien capaz de convertir emociones crudas en canciones que han marcado generaciones, y que lo seguiran haciendo mientras su música perdure.
En una época donde las modas pasan con una velocidad de “Salvese quien pueda”, la música de Robe sigue siendo igual de popular. Su trayectoria, que comenzó con Extremoduro, ha ido evolucionando a lo largo de los años hacia una obra cada vez más íntima y personal. Y aun así, sus canciones siguen siendo reconocidas al instante.

Extremoduro en sí nunca se fundó con la intención de destacar, venía a romper.
La primera etapa del grupo fue casi legendaria por sí sola. Fue como si el público hubiera encontrado en él algo que no existía en otro lugar. Canciones que hablaban del dolor y de la libertad… canciones que hablaban de rabia. Era como si Robe hubiera aprendido a buscar en la ocuridad y ha encontrar en ella pequeños instantes de luz, una claridad que hoy en día a veces creemos perdida.

Con el paso de los años, Extremoduro fue consolidándose como uno de los grupos más influyentes en el rock español. Con discos como Rock Trangresivo o Agila se demostró que la banda, y especialmente Robe, no eran algo pasajero.
No es casual entonces que acabasen apareciendo canciones con títulos tan emblemáticos como Si te vas o La vereda de la puerta de atrás, entre muchas otras; con las que Robe nos aportaba una nueva forma de ver la vida.

Con el tiempo, Robe empezó a explorar a un lado de Extremoduro. En 2015 lanzó su primer disco en solitario: Lo que aletea en nuestras cabezas. Más tarde llegaría Destrozares, canciones para el final de los tiempos, un trabajo más oscuro, desde el cual parecia mirar al mundo con más tristeza que antes. Y luego, ya en los últimos años, con Mayéutica y Se nos lleva el aire terminó de enamorarnos con sus letras llenas de crudas verdades y poemas que por fuera parecian inteligibles, pero que en el fondo tocaban algo dentro de nosotros.
Y es que si algo distingue a Robe de casi cualquier otro compositor es su manera de escribir. Sus letras no son simples versos acompañados de melodías; son pequeñas historias, cargadas de poderosas ideas, metáforas y profundas reflexiones. Robe escribía lo que pensaba, sin pedir permiso, y esa autenticidad es la que hará que su obra sea inmortal. Cuando en sus canciones habla del duelo, de la pérdida, de la esperanza… uno siente como si Robe nos hablará de tú a tú, sin máscaras.

De todas maneras, a pesar de su enorme influencia, Robe nunca buscó ser una celebridad. No quería que una imagen, una persona (aunque fuese él mismo) eclipsara a la obra. No quería que el ruido del mundo distorsionara sus versos. Y fue esa actitud, tan poco común hoy en día en la industria musical, lo que acabó contribuyendo a reforzar su aura. Robe nunca fue un personaje, sino una persona. Alguien que, como cualquiera de nosotros, ha tenido que lidiar con sus propios demonios y que encontró en la música una forma de sobrevivirlos.

Robe es, y siempre será, uno de los compositores más importantes del rock español. Sin embargo, reducir su legado a un único género podría ser considerado hasta injusto para su recuerdo. Su obra sobrepasa las etiquetas. Ha influido en musicos de muchos estilos distintos, en poetas, escritores, y en todo aquel que alguna vez encontró un refugio en sus canciones, una forma de mirarse al espejo.
Sus canciones tienen algo único. Cada generacion que lo descubre es capaz de identificarse con ellas, como si Robe hubiera conseguido plasmar la realidad de manera tan clara que escucharle puede llegar a sentirse igual que si mirases tu reflejo a la orilla de un río de agua cristalina.
Y ese talento, sólo está al alcance de aquellos que son capaces de crear desde lo más profundo.

Robe nunca dejó de evolucionar, y quizá sea por eso que nunca dejó de sorprendernos, ni siquiera en el final… No importaba si publicaba en forma de rock desgarrador o de canción que parecia estar escrita por la misma soledad de madrugada; su voz siempre consigue encontrar la forma de llegar a quien necesita escucharla.
Sin embargo, si algo ha demostrado a lo largo de su trayectoria es que la música no es solo un lugar al que se llega, sino un camino que se recorre. Y a pesar de que Robe haya abandonado ya ese sendero para dejarse llevar por el viento, su legado seguirá presente en todos sus seguidores hasta el final de los tiempos.
Robe nos enseñó que, aunque la vida para algunos pueda ser como galopar por un camino empedrado, también puede ser un espacio donde florecen amapolas y otras cosas preciosas, ya sean objetos, instantes o personas. Nos enseó que hay que aprender a apreciar cada instante y que, incluso en esos dias más confusos cuando ni siquiera te encuentras en el espejo, siempre queda lugar en la oscuridad para la esperanza.
Su música, más que oírse, se vive.
No obstante, muy tristemente, ahora nos toca agarrarnos a su recuerdo y guardarlo en nuestra memoria, impidiendo así que sus enseñanzas terminen por desaparecer.




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