El asesinato de Charlie Kirk
- María Martínez
- 24 sept
- 5 Min. de lectura
La estremecedora imagen de la polarización americana
Este 10 de septiembre Charlie Kirk acudía a un evento en la universidad de Utah como una de las paradas de su gira The American Comeback Tour, con la que tenía previsto recorrer 14 ciudades este otoño. Un joven quería tratar el tema de los tiroteos transgénero. Así, en un momento de su conversación formuló la siguiente pregunta: “¿Sabes cuántos tiradores masivos ha habido en Estados Unidos en los últimos diez años?”. A lo que él contestó: “¿Contamos o no la violencia de las bandas?”. Nunca sabremos si la contamos o no, porque acto seguido se escuchó un disparo. La bala impactó en el cuello de Charlie, ante los miles de teléfonos móviles de un público desconcertado y conmocionado que capturaron el suceso. El personal sanitario no pudo hacer nada por salvarle la vida.
Charlie Kirk era un influencer y activista fuertemente conservador, líder de la organización Turning Point USA, que él mismo creó al cumplir la mayoría de edad. Con más de 20 millones de seguidores, Kirk era conocido por sus polémicas posturas en temas como el aborto, las violaciones a mujeres y niñas, la población negra, el colectivo LGTBIQ+ o la tenencia de armas. Todo él encarna el ideal americano que hoy Trump se esfuerza por ensalzar: hombre joven, blanco, estadounidense de cuna, católico, casado antes de los 30 con una Miss Arizona, con dos hijos a los 31, valores tradicionales…

De hecho, durante las elecciones presidenciales de 2016 ya fue colaborador cercano de Trump Junior. En estos últimos comicios su papel ha sido fundamental: Turning Point USA no solo aportó millones de dólares a la campaña electoral republicana, sino que fue clave para atraer al votante joven. Actualmente, sigue siendo una figura de suma importancia para la administración de Trump. Kirk se hizo mundialmente conocido por su proyecto Prove me wrong, con el que viajaba por todo el país enfrentándose cara a cara con jóvenes que discrepaban con él.
Se había convertido en todo un icono del conservadurismo, particularmente entre los estudiantes. Considerado un ídolo para muchos y un tirano para otros, lo cierto es que sus eventos eran auténticos fenómenos de masas. Los que lo admiraban esperaban horas para poder escucharlo. Y los que lo consideraban fascista, racista, homófobo o, en otras palabras, una persona en la que no merece la pena perder el tiempo, paradójicamente hacían horas de cola para poder rebatirle su postura.
Lo más sorprendente de su discurso es la convicción con la que defiende cada una de sus afirmaciones. Lo que en otras personas sonaría como una auténtica barbaridad sin fundamento, él consigue hacerlo parecer algo completamente lógico. No solo lógico, sino connatural. Como si el debate fuese solo por diversión y lo que él defiende no fuese un argumento, sino simplemente una constatación del orden natural de las cosas.
Todo apunta a que el disparo lo realizó Tyler Robinson, un joven de 22 años de familia republicana y mormona. Desde pequeño, su padre le inculcó el amor por las armas. No es que esto sea una revelación, pues resulta evidente que se necesita mucha experiencia para ejecutar un disparo mortal desde un edificio a 120 metros de distancia. Además, en los casquillos de las balas que encontraron en el lugar del crimen se podía leer "¡Oye, fascista! ¡Atrápalo!", "Oh, bella ciao, bella ciao" y "Si lees esto, eres gay jajaja".
Fue el padre de Robinson el que creyó reconocerlo en las fotos que se empezaron a difundir. Cuando Tyler admitió el crimen y compartió con su padre su intención de quitarse la vida, este le insistió en hablar con un pastor amigo de la familia, acabando esto con su entrega a la policía. Robinson se encuentra en una situación especialmente complicada, considerando que Utah es uno de los estados de Estados Unidos en los que todavía está contemplada la pena capital. Y no son pocos los que la piden para él. Entre ellos, tal como expresó en una entrevista para Fox News, el mismísimo Presidente Donald Trump.
Kirk había manifestado públicamente que alguna víctima mortal anual por arma de fuego es el precio a pagar por mantener el derecho a portar armas, que considera fundamental para proteger el resto de derechos. Parece un macabro juego del destino que precisamente él haya sido una de ellas.

Este desafortunado suceso deja más patente que nunca la crispación y polarización que domina el país y vuelve a poner sobre la mesa el debate acerca de la tenencia de armas de fuego. Lo que queda ahora en Estados Unidos es un intenso intercambio de muchas acusaciones, alguna amenaza y poca autocrítica entre demócratas y republicanos, en un momento particularmente tenso para el país.
Podría ahora hacer un recopilatorio de las intervenciones más polémicas de la carrera de Kirk, que no han sido precisamente pocas. Pero me parece innecesario caer en el sensacionalismo descontextualizado que está inundando los medios en lo que respecta a esta noticia. Sí, las ideas de Kirk eran extremas. Y sí, es fácil discrepar. Pero, como dijo Evelyn Beatrice Hall en su libro The friends of Voltaire, “no estoy de acuerdo con lo que dice, pero defenderé hasta la muerte su derecho a decirlo”. Porque pensar distinto no es un delito, es un derecho.
Charlie Kirk además de activista ultraconservador era demasiado joven, era hijo, era marido y era padre de unos niños de tres y un años, que han quedado huérfanos. Era un orador modelo para muchos jóvenes, tanto los que lo aplaudían como los que hacían colas para enfrentarlo. Y no, no es un héroe. Y no, no es un mártir de su causa, aunque así lo vayan a intentar pintar su mujer y el resto del equipo que ha jurado continuar con Turning Point USA.
Pero lo que sí que era es un hombre con unas ideas lo suficientemente consolidadas como para no dudar en defenderlas hasta morir por ellas. Y eso es mucho más de lo que podemos decir la mayoría. Sobre todo los cobardes que están diciendo que se lo merecía. Si me lo permitís, voy a acabar este artículo con una reflexión que me planteó en su día mi profesor de historia. “¿Estarías dispuesto a morir por tus valores? Porque, al fin y al cabo, sin valores no somos nada”.
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