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El placer de lo triste

La literatura ofrece un abanico de posibilidades tan amplio que cada lector se resguarda en su propia burbuja. Y aunque muchos empleemos esa palabra como sinónimo de refugio, también hemos caído rendidos frente a novelas desgarradoras, narrativas mordaces y personajes consumidos por su propia desgracia. ¿Por qué perseguimos historias que nos hacen llorar, si en la vida real solemos huir del dolor?

Sentimos

Todo en nosotros está condicionado por los sentimientos. A la hora de elegir una lectura, seleccionamos aquella cuya trama nos resulta más atractiva, pero en una sinopsis cabe apenas la pincelada del universo que el autor ha creado. Decidimos que un libro nos ha marcado cuando los personajes tienen un desarrollo excelente, cuando las relaciones entre ellos se sienten reales y cuando la historia nos hace experimentar emociones intensas. Sentimos. Sentimos y eso basta.

Conectamos con los personajes porque reflejan nuestras propias experiencias, ideas o emociones. Esa cercanía nos permite reconocer aspectos de nosotros mismos y, al mismo tiempo, vivir de manera segura lo que la vida real podría resultarnos doloroso. Las ventajas de ser un marginado de Stephen Chbosky refleja el descubrimiento de un joven que comienza la pubertad, por ejemplo. Una novela en la que los lectores pueden ver reflejada su adolescencia.

Outside Out. Fuente: Movie Web
Outside Out. Fuente: Movie Web

La catarsis y el consuelo de lo compartido

La atracción por lo triste en la literatura no es nueva. Aristóteles ya hablaba de la catarsis en su obra: la tragedia permitía al espectador experimentar miedo y compasión de manera segura. Más tarde, durante el Romanticismo del s. XIX, autores como las hermanas Brontë o Victor Hugo exploraron con mayor intensidad la pasión, la pérdida y la injusticia, consolidando la idea de que el dolor literario podía ser bello y transformador.

Hoy seguimos buscando el mismo tipo de emociones profundas, pero con nuevos rostros y contextos. Las novelas contemporáneas (como La carretera de Cormac McCarthy, que explora la pérdida y la soledad extrema o Tan Poca Vida de Hanya Yanagihara) muestran que el placer de lo triste no ha desaparecido. Además, la literatura joven y juvenil incorpora estos sentimientos de formas más inmediatas y cercanas. Obras como Bajo la misma estrella de John Green combinan tragedia y ternura.

La carretera de Cormac McCarthy
La carretera de Cormac McCarthy

“Al evocar esa tristeza en una novela, quizás somos más perceptivos ante la tristeza que nos rodea en la realidad”. Estudios recientes en psicología literaria sugieren que leer sobre emociones intensas activa la empatía y la autorreflexión, ayudándonos a comprendernos mejor y a sentirnos acompañados, incluso cuando la historia es dolorosa. Lo triste en la literatura nos recuerda que no estamos solos en nuestras heridas y que, incluso en lo roto, puede haber consuelo. Un libro desgarrador nos hace llorar, pero también nos da la certeza de que el dolor compartido, aunque sea con un personaje ficticio, pesa un poco menos.

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