Exigencia y responsabilidad, cuestión del votante
- Miguel Fernández-Baillo Santos

- 11 oct 2024
- 5 Min. de lectura
PP y Vox han cometido un error evidente por el que se deben exigir responsabilidades dentro de los dos partidos y que así sea está bien.

Ya saben ustedes, puesto que son inteligentes, lo complejo que puede resultar seguir diariamente el mundo de la política, no solo por la cansino y tórrido – se da por hecho –, que de él se desprende, sino también y quizás más por la sucesión incansable de lo que en derecho se conoce como hechos de nueva noticia. El ritmo vertiginoso con que estos se eclipsan no permite a los espectadores el tiempo imprescindible y necesario para procesar la información. Cuando recibimos una noticia, ya hay otra en la imprenta esperando ser lanzada cuando el periodista o político de turno así lo estime conveniente.
En esas, esta semana ha sucedido una «anomalía» en el hemiciclo que, por no ser lo habitual – aunque cada vez se ve más y generalmente siempre en el mismo sentido –, se mantiene en las portadas más tiempo del que se nos tiene acostumbrado. La noticia es de sobra por todos conocida, al parecer el Partido Popular y Vox han votado a favor de una reforma que, entre otras cosas, beneficia penalmente a distintos presos de la banda terrorista ETA. Resulta gracioso que después de pasarse años señalando al gobierno y acusándole de sacar a violadores a la calle, ahora sea la propia oposición la que vota a favor – aunque sea por error – de rebajar la carga penal a terroristas.
Sin entrar en el debate al respecto de la incompetencia de nuestros políticos para leerse una propuesta, poner a funcionar su capacidad y comprensión lectora y tomar la complejísima y delicada decisión de elegir entre un botón rojo y uno verde, les decía que comienza a ser habitual encontrarnos ante estas esperpénticas escenas en que nuestros diputados confunden el sentido de sus votos, incluso llegando en ocasiones a ser dichas confusiones el empujón necesario para que esta o aquella propuesta salga adelante. A los hechos nos remitimos y por aquí quizás alguno recuerde la sonada votación de la reforma laboral.
El caso es que los electores y no electores de los dos grandes partidos de la oposición, han manifestado ciertas discrepancias a la hora de recibir la payasada en la que sus favoritos en las urnas han incurrido. Si bien es cierto que, aunque algunos quitan peso al asunto, la inmensa mayoría se muestra descontenta por el flagrante error, porque eso es lo que dicen desde ambas formaciones, que han incurrido en un error fruto de un engaño por parte del gobierno.
A los que les guste el derecho – perdonen mi insistencia con la rama jurídica, ya ven que asomo la patita –, esta última frase les habrá sonado al tipo penal de la estafa. Reza el artículo 248 del Código Penal que «cometen estafa los que, con ánimo de lucro, utilizaren engaño bastante para producir error en otro, induciéndolo a realizar un acto de disposición en perjuicio propio o ajeno». El gobierno, con ánimo de sacar adelante un texto ignominioso que beneficia a terroristas para mantener la buena relación con uno de sus socios prioritarios de gobierno – EH Bildu –, ha ocultado dentro de un texto legislativo mucho más amplio esa parte controvertida – esto es, utilizando el engaño bastante – para producir un error en la oposición obligando a los diputados de PP y Vox a votar a favor de la propuesta.
Y así tenemos ya a los respectivos portavoces diciendo «¡ay, qué malo es Sánchez que nos ha engañado!». Claro está, dicho engaño, como seguro que nos explicaría algún penalista, hay que demostrarlo, esto es, el engaño bastante tiene que existir y tiene que ser éste el que conduzca al error de la víctima en un hilo de causalidad. Aquí debe uno preguntarse entonces sí el engaño del gobierno está lo suficientemente bien construido como para poder ser calificado de «bastante». Entonces, reparamos en que, quizás, no han bastado seis años de Sánchez como presidente del ejecutivo para caer en la cuenta de que, por lo que sea, el presidente del gobierno no sería la primera persona a la que uno puede confiarle un secreto, dejarle las llaves de casa o encargarle un ensayo sobre la firmeza de las convicciones personales.
Es evidente que, llevando ya varias legislaturas que sirven a modo de preaviso, el engaño no es suficiente y el error del PP y Vox podría haberse evitado simplemente cumpliendo el ejercicio ordinario – nada fuera de lo común – de sus deberes de vigilancia y precaución, cualquier guardia mínima que debe poder exigirse a quienes dicen ejercer la oposición. Asesores, jefes de gabinete, viceconsejeros, portavoces, equipos de trabajo, subdirectores y un sinfín de cargos y más cargos, pero para PP y Vox ha sido imposible identificar dentro de la propuesta del gobierno una rebaja de penas a miembros de un grupo terrorista. Quizás si hubiese sido un control del precio de los alquileres… pero claro, sacar de prisión a etarras, ¿quién se lo habría imaginado?
En medio de este circo, algún simpatizante, cargo y persona autorizada dentro de uno de estos dos partidos, afirmaba en redes que, pese a lo evidente del error, tampoco había que sacar las cosas de madre. Que el gobierno estaba donde estaba porque la gente así lo había querido – no deja de tener razón – y que los partidos políticos no dejan de ser herramientas que deben ser utilizadas por los ciudadanos. En definitiva, que los propios votantes de la oposición no se tirasen piedras sobre su propio tejado a pesar del error porque ya tenían suficiente con la lucha contra el gobierno, sin que fuese del todo justo exigir tanto a unos y tragar mucho más para con los otros.
Esto último, que es cierto, no deja de ser algo en toda forma positivo. ¿Acaso no es revelador que los propios votantes no pasen ni una a quienes han confiado, precisamente, su voto? Mientras unos tratan de hacer ingeniería argumentativa para justificar las tropelías acometidas en estos años en el gobierno, aceptan sin mayor problema los desmanes, disparates y «cambios de opinión» impensables con tal de que sus partido siga gobernando frente a la amenaza de la ultraderecha, otros, que ni tan siquiera están en el gobierno, se muestran indignados toda vez que el partido en el que han confiado – sea este Vox o PP – ha votado a favor de un texto que atenta contra sus principios, a pesar de que la proposición hubiese salido delante de todas formas.
Y eso, evidencia una realidad de la que quienes estén dentro de los partidos de la oposición, lejos de enfadarse o quejarse porque se les permite mucho menos margen de error, deben alegrarse, pues se deben a un elector mucho más exigente, que no acepta patinazos ni despropósitos políticos y que exige responsabilidades si así cree que las decisiones tomadas por a quienes confiaron su voto lo requieren. Demuestra capacidad crítica y no tragaderas que no se pueden presumir los distintos signos de la masa electoral.
De este episodio – uno más – en nuestro panorama político, podemos concluir que los populares y los verdes han cometido un error evidente, que se deben exigir responsabilidades dentro de los dos partidos y que está bien que así se haga, aunque algunos dentro de dichas formaciones parezcan tomárselo casi como una traición de sus votantes y un ataque injustificado, porque denota responsabilidad y conciencia de quienes han decidido confiar en unos políticos determinados. Ojalá la exigencia fuese la misma para con todos lo partidos del hemiciclo.




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