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La polarización del mar

En los tiempos políticamente convulsos que vivimos, en España y en el mundo, la discusión se polariza hasta por una flotilla


Decía George Orwell - al que la gente suele conocer por su obra maestra de la literatura política "Rebelión en la Granja" o "1984" - que el lenguaje político está diseñado para que las mentiras suenen veraces, el asesinato como una cosa respetable y dar apariencia de solidez al mero viento. Aunque el ensayista británico murió a mediados del siglo XX, bien podría haber firmado esta frase en un artículo de opinión sobre las tertulias que estamos viviendo en España esta semana.

La escena fue casi surrealista: una activista española, Hanan Alcalde, recién liberada tras ser interceptada por el ejército israelí en aguas internacionales cuando participaba en la Global Sumud Flotilla rumbo a Gaza, intenta contar su historia en televisión. Habla de “secuestro”, de miedo, de uniformes y armas. Pero antes de que termine la frase, el debate en Espejo Público ya no trata sobre su experiencia, sino sobre su vocabulario: secuestro contra detención; zona de guerra contra aguas internacionales.

Y ahí, justo ahí, España entera se zambulló en su deporte nacional: discutir las palabras para evitar los hechos. Lo que podría haber sido una conversación sobre derecho internacional, bloqueos ilegales y la tragedia de Gaza, se transformó en una disputa semántica. En cuestión de horas, X –antes Twitter– se llenó de expertos improvisados en terminología jurídica marítima. Algunos la llamaban “mentirosa”, otros, “heroína”. Y entre insultos, memes y titulares, la realidad —la de los gazatíes bombardeados y bloqueados— volvió a desaparecer del plano. Cierto empujón se dio a la situación, todo sea dicho, si para debatir sobre si es o no un secuestro una detención de civiles en aguas internacionales preparas una entrevista sin ningún colaborador jurista o experto en la materia. Tener opiniones es quizás una de las diferencias de los seres humanos con el resto de animales, pero poco futuro tiene un debate en el que se discute lo que no se conoce.

Protestas en España por Palestina. Fuente: IRNA
Protestas en España por Palestina. Fuente: IRNA

El caso de Hanan Alcalde es, sin embargo, solo una muestra microscópica de algo mucho mayor: la polarización ha convertido el debate público en un campo minado de palabras. Si eliges una, te encasillan. Si eliges otra, te condenan. Ya no importa lo que digas, sino a qué tribu semántica parezca que perteneces. “Secuestro” te hace pro-palestino; “detención”, pro-israelí. “Neutralidad”, sospechoso. No importa lo que diga la ley ––que, por cierto, es bastante taxativa en cuanto a la detención de civiles en aguas internacionales––, ni siquiera que propios nacionales de tu país estén denunciado tratos degradantes cuando fueron prisioneros ––en lo que, por cierto, el Derecho Internacional Humanitario también es bastante claro––, importa que seas tan forofo de "tu bando" como lo es un aficionado de su equipo de fútbol.

Lo más inquietante no es la división, sino la superficialidad con la que se vive. El conflicto palestino-israelí se ha vuelto, para muchos, una excusa para reforzar identidades políticas en lugar de abrir preguntas morales. No se trata de Gaza, sino de nuestro reflejo en Gaza. En España, como en tantos otros lugares, la tragedia ajena se convierte en un espejo de nuestras propias grietas ideológicas.

Entrevista a Hanan Alcalde. Fuente: Atresplayer
Entrevista a Hanan Alcalde. Fuente: Atresplayer

En Estados Unidos, los campus universitarios se dividen entre manifestantes y censores; en Francia, se prohíben marchas en nombre del orden; en Alemania, se criminaliza la solidaridad con Palestina; y en España, los programas matutinos convierten una operación militar en un debate sobre sinónimos. Todo el planeta se comporta como si la opinión pública fuera un tablero de guerra permanente, donde pensar se confunde con posicionarse, y en nuestro país, tan acostumbrados a no quedarnos al margen de las tendencias mundiales por una visión empequeñecida de nuestra propia valía, no quisimos quedarnos atrás.

Pensamos, incluso, en estar equivocados cuando, en cierto sentido, lideramos cierta respuesta moral al genocidio en Gaza en Europa y solo cuando encontramos en el camino a otros gobiernos sumándose a nuestra respuesta creimos que, quizás, no era malo el camino. Pero, como siempre, apareció nuestra eterna compañera: la polarización. No podíamos tomar una posición respecto a la postura del Gobierno con Gaza sin recordar a que "equipo" pertenecemos.

La televisión, las redes y los políticos han hecho del conflicto un espectáculo moral. En lugar de datos, tenemos narrativas; en lugar de análisis, frames. Es la era de los bandos instantáneos: nadie quiere saber, todos quieren tener razón. Y el problema con eso —como habría dicho Orwell— es que cuando el lenguaje se pervierte, la realidad se vuelve irreconocible. No importan las victimas del atentado del 7 de octubre, no importan los miles de niños masacrados en Gaza, no importan los ciudadanos del mundo detenidos y cuasitorturados en su camino a llevar a Gaza ayuda humanitaria. De todo ello solo hay un vencedor: los que perpetúan una masacre contra civiles, y que ven risueños desde sus sillones como en España y en el mundo, incluso la percepción de un genocidio es una cuestión de percepción ideológica, es objeto de debate.

Hanan Alcalde fue detenida en el mar, pero lo verdaderamente secuestrado fue el debate. El lenguaje, convertido en campo de batalla, ya no sirve para entender el mundo, sino para dividirlo.Y mientras seguimos discutiendo cómo llamar a lo que pasó, lo que pasa sigue pasando: Gaza continúa bajo asedio, las bombas no distinguen adjetivos, y la empatía se ha vuelto un lujo ideológico. Quizá por eso conviene recordar que el mayor riesgo de la polarización no es que pensemos distinto, sino que dejemos de pensar del todo y que cuando acabemos de "lanzarnos los trastos" de Gaza no quede nada más que los insultos que un dia nos dedicamos.

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