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La victoria de Mamdani en las elecciones y la construcción del otro

Zohran Mamdani es la joven promesa de Estados Unidos. Con tan solo 34 años ha conseguido hacerse hueco en la política estadounidense, obteniendo medio millón de votos en las elecciones municipales de Nueva York, el pasado 4 de noviembre. Nacido en Uganda, con padres indios, se convierte en el primer alcalde inmigrante del país. Un alcalde que promete congelar los precios de los alquileres, ofrecer guarderías y transporte público sin costes, pero, sobre todo, es el único político en la esfera que ha desafiado a Trump: “para llegar a cualquiera de nosotros tendrá que pasar por encima de todos nosotros”.

El nuevo alcalde progresista de Nueva York, Zohran Mamdani. Fuente: The List
El nuevo alcalde progresista de Nueva York, Zohran Mamdani. Fuente: The List

Es evidente que con sus propuestas altamente progresistas va a revolucionar Nueva York, y, que, pese a dedicar todos sus esfuerzos en mejorar la vida de sus ciudadanos, siempre será un inmigrante. Mamdani obtuvo la nacionalidad estadounidense en 2018, hace ya siete años. Por tanto, ¿cómo es posible que alguien con la nacionalidad de un país sea todavía considerado extranjero? ¿Qué hace que Mamdani siga siendo el otro frente al uno?

El concepto del otro ha traído consigo un debate extenso, aún vigente, sobre la identidad de las personas, la lucha por mantener la pertenencia a un grupo y el rechazo a la diversidad. Desde que el ser humano existe como tal, se ha ido desarrollando una distinción entre lo propio y lo ajeno. Las fronteras, el surgimiento del Estado-nación y el consecuente nacionalismo o los símbolos patrióticos nos han dividido en grupos poblacionales cerrados. No deberíamos alarmarnos, pues es un comportamiento típico en otros animales sociales, como los lobos o los jabalíes. Cuando el lobo se siente amenazado por un desconocido, le gruñe, le amenaza, le acorrala o le agrede. No somos tan distintos en nuestros reflejos más primitivos.

Podríamos decir que es innato en la naturaleza humana sentir esa ansiedad ante la soledad, llevando a cabo una búsqueda exhaustiva de aquello que nos mantenga unidos, algo que permita que la cohesión en el grupo perdure. Algunos, sin embargo, han apuntado en la dirección incorrecta, haciendo del miedo el mecanismo de ensamblaje, porque todos sabemos que toda discriminación nace del miedo. La cuestión es, entonces: si nos autoproclamamos como eslabón final de la cadena, como vértice de la pirámide de todos los reinos de seres vivos, ¿cómo es posible que sigamos obedeciendo a una idea tan primaria?

El discernimiento de grupos en nuestra sociedad va más allá de la legalidad. Cabe la posibilidad (de hecho, es lo más seguro), de que vivas veinte, treinta o cincuenta años en un lugar, y sigas siendo considerado un alienígena por más que pase el tiempo. Puede ser por el acento, las facciones, las costumbres, o cualquier otro factor. En realidad, no es más que una cuestión de poder, un intento de mantener una supremacía sostenida por el sometimiento de otros.

Según el New York City Department of City Planning, alrededor del 30% de la población neoyorquina es de etnia latina y más del 21% es afroamericana. Otro cuarto de la población también tiene ascendencia asiática. Sumando estos valores, menos de la mitad de la ciudadanía son lo que denominamos blancos, y, aun así, seguirán siendo tratados como inmigrantes, los “de fuera”, el otro.

Origen racial de la población de Nueva York. Fuente: Reddit (2015)
Origen racial de la población de Nueva York. Fuente: Reddit (2015)

Foucault, ya en el siglo pasado, hablaba del arma del poder más allá de la fuerza física o la violencia. A través de estructuras sociales e instituciones se clasifican a las personas, doblegando a aquellas que no cumplen con ciertos parámetros. En esta categorización simbólica, donde lo importante es lo que la educación, los medios y la política transmiten como “nosotros”, todo lo demás pasa a un segundo plano.

La presencia de Mamdani en la esfera política supone un cambio de paradigma enorme, ya no solo por sus propuestas, sino por todo lo que encarna él como persona. Quizá su llegada al poder rompa con todo aquello de lo que hablaba Foucault, y logremos dejar atrás esa categorización, porque, al fin y al cabo, qué importa de dónde seamos si todos padecemos de lo mismo. En una ciudad construida por millones de otros, ¿quién es el que decide la pertenencia (o la exclusión) al grupo? ¿Quién es el uno?

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