¿Qué está pasando en Colombia?: Las claves que van a marcar las elecciones de 2026
- María Martínez

- 3 nov
- 4 Min. de lectura
2026 será año electoral en Colombia. Y todo apunta a que serán unos de los comicios más importantes de su historia reciente. Los colombianos irán a las urnas para decidir el rumbo que tomará el país en los años siguientes. ¿Volverán a darle su apoyo a Gustavo Petro una legislatura más, o se decantarán por regresar a los gobiernos conservadores?
Si bien en 2022 Petro se había visto como una alternativa progresista frente a los anteriores no muy exitosos gobiernos de derechas, las reformas que prometía se han visto opacadas por la corrupción, las oleadas de violencia y la creciente deuda en la que ha metido al país en estos cuatro años de mandato.
El 3 de junio de este año, Gustavo Petro, actual presidente de Colombia, tomaba una decisión sin precedentes: ignorar los procesos establecidos en la Constitución para promover su proyecto de reforma laboral mediante una consulta popular que no había sido aprobada por el Congreso. Todo el espectro político del país mostró su inquietud ante esta noticia, considerándolo un atentado contra el régimen constitucional y contra la democracia en sí misma.

Miguel Uribe, candidato a la presidencia de Colombia en 2026 por el partido conservador Centro Democrático, comentó en Twitter que se acusaría de prevaricación a todos los ministros que firmasen el decreto.
Horas después se produciría un atentado que, debido a complicaciones médicas posteriores, acabaría con la vida del candidato el 11 de agosto. Esto no ocurría desde 1991, sumándole a la campaña electoral un riesgo añadido que no solo pone en peligro a los aspirantes a presidente y congresistas, sino al carácter presuntamente democrático de los comicios. Más allá de lo trágico del suceso en sí, los mayores del país se encuentran conmocionados porque es inevitable no ver en este acontecimiento rasgos de la campaña electoral de 1989, en la que el narcotráfico de Pablo Escobar todavía dominaba el país y nada menos que cuatro candidatos presidenciales fueron asesinados. Si bien los expertos advierten de que es demasiado pronto para establecer semejanzas, es imposible hacerle olvidar a los ciudadanos el miedo y la inseguridad de esa época.

Por otra parte, en los últimos meses se está viendo un auge de los atentados terroristas, con bombas y drones. En 2016 se firmó un acuerdo de paz entre la FARC y el Estado Colombiano en el que se acordaba la desmovilización de este grupo de guerrilleros insurrectos de extrema izquierda, defensores del marxismo-leninismo, que querían llegar al poder del país para gobernar con el pueblo. Considerado un grupo terrorista por varios estados, el narcotráfico fue una de sus principales fuentes para financiar los 50 años de conflicto contra el Estado de Colombia. Sin embargo, en este acuerdo de Paz quedaron muchos flecos mal atados que han provocado que ahora, 10 años después, una nueva generación de guerrilleros se esté armando, haya tomado el relevo a la FARC en territorios en los que el gobierno llevaba años ausente y esté volviendo a expandir la violencia por Colombia. Con el añadido de que esta vez ya van con parte del camino hecho: ya han visto lo mucho que cuesta luchar contra el Estado y lo fácil que es dominar a la población civil cuando tienen miedo. Ante esta rápida escalada, de nuevo hay temor por las oleadas de violencia que precederán a las elecciones.
Y luego, como siempre, está la omnipresencia de Estados Unidos. En las últimas semanas, Trump y Petro se han metido de lleno en un conflicto diplomático cuyos grandes puntos de choque han sido la inmigración, la producción de droga en Colombia y el reciente apoyo de Petro al régimen comunista de Nicolás Maduro. El gabinete de Trump ya había puesto en marcha a su armada para atacar a presuntas embarcaciones narcotraficantes en el mar Caribe y había acusado a Petro de colaborar con el régimen narcoterrorista de Maduro y con el Cártel de los Soles. Petro no se ha tomado bien las acusaciones y ha elevado aún más el tono de la confrontación con los americanos.
De momento, Estados Unidos, que sigue teniendo la sartén por el mango, ha anunciado recientemente que Petro ha pasado a formar parte de la lista Clinton, el recopilatorio de Washington de las personas que asocia al narcotráfico. Esto ha supuesto la interrupción de financiación al país y el aumento de aranceles a las exportaciones. A pesar de los intentos del presidente de mostrar indiferencia ante el asunto, lo cierto es que la situación económica de Colombia ya era una cuestión de preocupación para sus ciudadanos, y ahora lo será más sin su socio mayoritario. Además, la falta de apoyo de Estados Unidos deja al gobierno de Colombia solo en la lucha contra los narcóticos, dando la oportunidad perfecta para que esos emergentes grupos de guerrilleros se consoliden en el territorio y se produzca un previsible aumento del crimen organizado.
Desafortunadamente, parece que la tensión en Colombia seguirá aumentando en las próximas semanas. Y es ahora cuando los diarios se empiezan a hacer eco de un conflicto que venía dejándose ver desde hace meses, pero que todos pasábamos por alto.
De momento, las encuestas revelan que más del 80% de los colombianos aún no han decidido su voto, así que es complicado predecir si el gobierno de Petro está realmente acabado. Hay mucha incertidumbre en Colombia. Hay incertidumbre por el terrorismo. Por el narcotráfico. Por la seguridad. Por la democracia. Por la amenaza del comunismo. Porque viven en regímenes donde la transparencia brilla por su ausencia y es difícil hacerse oír. Y mientras todo eso pasa, nosotros miramos para otro lado porque, total, en España la democracia funciona bien. La damos por hecho. Seguimos sin saber, o sin querer, usar nuestros altavoces. Seguimos “sin saber lo suficiente como para opinar”, aun cuando tenemos miles de fuentes a las que recurrir para informarnos. Seguimos “prefiriendo no posicionarnos”. Seguimos prefiriendo hablar de otra cosa. Así nos va.





Comentarios