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Yo, la peor persona del mundo: ¿el "nuncore" está de moda?

Con el último disco de Rosalía se ha vuelto a poner en el foco público algo que, en lo personal, me fascina: la estética, la simbología y la representación de las monjas en el arte. Aunque, todo hay que decirlo, creo que es mucho más interesante cuando son las propias monjas quienes hacen ese arte. Los poemas de Santa Teresa de Jesús o Sor Juana Inés de la Cruz, los cuadros de Isabel Guerra y, por qué no, la música de Cristina Scuccia, la monja que ganó Got Talent y, posteriormente, colgó el hábito. Hay una extraña energía en todas ellas, un cierto magnetismo, que hace que nos paremos a contemplarlas.

Hace apenas un par de meses se estrenó la película de Alauda Ruíz de Azúa Los Domingos. El film narra el momento en el que una joven, Ainara, decide entrar en un convento en la actualidad, sus razones y las reacciones de su entorno. Buena parte de la obra muestra la incomprensión que genera, principalmente a través de la tía de la protagonista. Ella quiere que su sobrina sea libre, que viva un montón de experiencias y que se sienta plena. Pero la libertad y experiencias de las que habla no son más que su percepción de lo que debería ser, cómo debería vivir Ainara su juventud y vida. Hay un momento en la película en el que la joven argumenta que ella siente esa plenitud cuando está en el convento, al que ya había ido de excursión gracias a su colegio católico. Para ella hacerse monja, dedicarse a la vida contemplativa, es una forma de conectar consigo misma y con su espiritualidad. Y puede que se esté equivocando, pero precisamente ese es el punto de vivir. Puede que lo que te haga sentir paz en un momento, unos años después te enerve, y viceversa. No hay nada estático ni eterno. Sin embargo, ¿por qué tenemos que ignorar nuestros deseos, pensamientos y emociones del momento por si luego se desvanecen y deseamos, pensamos y sentimos de forma distinta? La vida está formada por diferentes etapas y cada una de ellas merece su respeto. Ainara, aunque inicie su noviciado, no está obligada a quedarse en el convento de clausura toda su vida. Si en algún momento se da cuenta de que no es lo suyo, de que ya no se siente cómoda, tiene la posibilidad de marcharse.

Poster del film Los domingos. Fuente: Filmaffinity
Poster del film Los domingos. Fuente: Filmaffinity

En un artículo muy interesante de la BBC se cuenta la experiencia de Florencia Luce, una mujer que fue monja durante doce años en su juventud. Explica el control y las manipulaciones a las que fue sometida. Sobre su sensación física de la llamada de Dios, que también se menciona en la película, dice que ahora cree que formaba parte de su «delirio y cuestionamiento». Al entrar en el convento nadie puso en duda su delicada fe ni el hecho de que estuviera abandonando su carrera. Casi no tenía información del exterior, la que recibía estaba filtrada por la madre superiora. Ya desde el primer año empezó a plantearse si tenía una verdadera vocación religiosa, pero la superiora le disipaba las dudas. Y tras doce años tomó la decisión de irse, dejando únicamente una carta en la que exponía sus motivos. Hacia el final del artículo, explica que, aunque no se arrepiente de haber entrado, sí lo hace de haberse «quedado tanto tiempo». Asimismo, su fe en Dios no disminuyó, sino que se transformó, pues en vez de encontrarla en la Iglesia, lo hacía en el arte. Finalmente, aconseja a quienes piensen en iniciarse en esta «vida monástica» que no tomen decisiones precipitadas, que, en buena parte, es lo que defiende la tía de Ainara en la película.

Por otra parte, entrar en la actualidad en un convento no es lo mismo que hace unos siglos. Sor Juana Inés de la Cruz se hizo monja para no tener que casarse y para poder seguir estudiando. Porque en el siglo XVII las mujeres no tenían derecho a la educación. Es precisamente por este mismo motivo que cambió de orden religiosa, de las carmelitas a las jerónimas, para tener más libertad de leer y estudiar. No obstante, ahí también tuvo que enfrentarse a la misoginia de la época. Tuvo numerosos conflictos con algunos eclesiásticos por muchas de las ideas que defendía y por los textos que escribía. A pesar de ello, hoy día es reconocida como una de las escritoras más importantes del Siglo de Oro español. Y aunque se pueda argumentar que entrar en un convento era una forma de que las mujeres tuviesen cierta libertad, pudiesen escapar del matrimonio y dedicarse a ellas mismas, no deja de ser evidente el hecho de que ahora existen muchas más opciones para las mujeres, más allá de ser esposa o monja. Y, es, tal vez, por ello, que llama tanto la atención, hasta el punto de ser incomprensible, que una chica tan joven como lo es Ainara decida escaparse a un convento.

 

Nerea Pérez de las Heras hablando en el Intermedio sobre el nuncore. Fuente: La Sexta
Nerea Pérez de las Heras hablando en el Intermedio sobre el nuncore. Fuente: La Sexta

Así pues, a partir de la película y, sobre todo, del nuevo álbum de Rosalía se está hablando de cómo este arte, más espiritual en apariencia, coincide con un auge del conservadurismo en pleno aumento de la extrema derecha. Aunque, cabe recalcar que esta tendencia al alza ya tiene algunos años, desde el grupo musical Hakuna hasta la película El cónclave pasando por  la serie de los Javis La Mesías. Y, por supuesto, ya lo vimos anteriormente en la propia música de Rosalía, ahí está la portada de El mal querer. Ante un  ligero repunte de la religión se encuentra la búsqueda del yo en la inmediatez y superficialidad en la que vivimos. Pero, como señala Nerea Pérez de las Heras ante la pregunta tendenciosa de si ahora las jóvenes van a querer hacerse monjas: «las jóvenes han entendido perfectamente que esto es una propuesta estética, no van a profesar ni entrar en una orden en masa por muy hartas que estén. Pero sí les atrae esta idea de la introspección, de alejarse del ruido». Porque, al final, el actuar como un refugio no deja de ser una de las funciones de la fe. Y el arte, la cultura en general, refleja, y debe reflejar, siempre estos dilemas.

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